Me da la sensación de que nada me llena. Nada me sorprende. Nada me impacta.
No llego a sentir emoción. Ni amor. Ni ganas.
No recuerdo lo que es reír ni llorar. Soñar o vibrar.
NADA. Parece que he muerto.
Salgo a la calle buscando un aliciente, algo que me
despierte. Que me reviva.
Pero ahí esta. La misma calle de cada día. El mismo ruido.
Los coches. La gente…
Gente. Desconocidos que caminan sin prestar atención a nada. A nadie.
Gente. Desconocidos que caminan sin prestar atención a nada. A nadie.
Y NADA. Parece que he muerto.
Llego a la oficina y allí están. Cada uno en su ordenador,
pegados a la pantalla y sin levantar la vista.
Me siento. Dejo el maletín y comienzo a trabajar.
Suspiro. Las horas pasan y salgo a comer.
No tengo hambre, pero es la hora. La que marca el jefe. La que a él le parece correcta.
Suspiro. Las horas pasan y salgo a comer.
No tengo hambre, pero es la hora. La que marca el jefe. La que a él le parece correcta.
Y NADA. Parece que he muerto.
Alguien se cuelga de mi mano. Una mano pequeña y caliente,
que aprieta la mía y me tira hacia abajo.
“señor, un secreto”
Me hizo un gesto con la otra mano para que me agachase.
Poniendo la mano en mi oído susurró “¿a qué tiene miedo?”
Y se fue. Me dio un beso en la mejilla y se fue al lado de una joven indigente que parecía ser su madre.
Me hizo un gesto con la otra mano para que me agachase.
Poniendo la mano en mi oído susurró “¿a qué tiene miedo?”
Y se fue. Me dio un beso en la mejilla y se fue al lado de una joven indigente que parecía ser su madre.
¿A qué tiene miedo?
Esa frase retumbaba en mi cabeza como si estuviese
constantemente susurrándola al oído…
Aquella pequeña criatura de apenas 8 años descolocó mi hastío con 4 palabras.
“¿A qué tiene miedo?”
Aquella pequeña criatura de apenas 8 años descolocó mi hastío con 4 palabras.
“¿A qué tiene miedo?”
Abrí una botella de vino al llegar a casa.
Reflexioné. Pensé. Medité…
Una noche entera sin dormir y no tenía respuesta…
“¿A qué tengo miedo? A las arañas, al paro, a una enfermedad letal, a quedarme solo…
Hay muchas cosas. Pero ninguna me permitía cerrar los ojos y dormir.
Una noche entera sin dormir y no tenía respuesta…
“¿A qué tengo miedo? A las arañas, al paro, a una enfermedad letal, a quedarme solo…
Hay muchas cosas. Pero ninguna me permitía cerrar los ojos y dormir.
La mañana siguiente me levanté de un salto de la cama.
Por la misma calle, por el mismo cruce, por el mismo trazado
de cada día.
Busqué a aquella pequeña criatura de manos pequeñas que consiguió quitarme el sueño.
Allí estaba. A la puerta del mercado donde estaba el día anterior. Junto a la joven.
Busqué a aquella pequeña criatura de manos pequeñas que consiguió quitarme el sueño.
Allí estaba. A la puerta del mercado donde estaba el día anterior. Junto a la joven.
Me acerqué con respeto y le pedí permiso a su madre para
hablar con ella. Asintió.
- “pequeña ¿cuál es la respuesta?
- “¿a qué tiene miedo señor?”
- "A muchas cosas"
- “¿Cosas que le pasan ahora?"
- “cosas que me dan miedo que pasen”
- “¿ve usted el futuro señor?”
- “jejeje. No pequeña”"
- "entonces si no pasan esas cosas, a usted lo que se le está pasando es la vida”
- “¿a qué tiene miedo señor?”
- "A muchas cosas"
- “¿Cosas que le pasan ahora?"
- “cosas que me dan miedo que pasen”
- “¿ve usted el futuro señor?”
- “jejeje. No pequeña”"
- "entonces si no pasan esas cosas, a usted lo que se le está pasando es la vida”
Me dio un abrazo y volvió a preguntar
- “¿A qué tiene miedo
señor?”
Le cogí la manita pequeña y mirando a sus grandes ojos pude contestar
- “A no vivir”
Le cogí la manita pequeña y mirando a sus grandes ojos pude contestar
- “A no vivir”
En ese momento un “clic” en mi cabeza cambió.
Mi revivir no lo trajo el dinero, el trabajo o la ambición…
Lo trajo una pequeña, desinteresada y llena de sabiduría interior que encontré un día por la calle.
La misma calle que cruzaba cada día.
En la misma esquina donde ella estaba siempre y nunca me había parado a mirar.
Lo trajo una pequeña, desinteresada y llena de sabiduría interior que encontré un día por la calle.
La misma calle que cruzaba cada día.
En la misma esquina donde ella estaba siempre y nunca me había parado a mirar.
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