miércoles, 29 de abril de 2015

De perfumes y recuerdos

DUNECAMPAIGN
Llevaba Dune, de Christian Dior (por aquel entonces la marca todavía incluía el nombre propio delante del apellido del diseñador), cuando cacé a mi novio montándoselo con otra en una discoteca. Ha pasado más de una década, pero recuerdo como si fuera ayer.
Mi subconsciente asoció el mal trago del inminente crecimiento de mi cornamenta -imagínense la situación: pantalla plana, Dolby Surround, entre el público tus mejores amigos- a un aroma en concreto: el de Dune. Tomé dos decisiones. La primera fue muy obvia: no volver a hablarle a aquel bandido. La segunda, más particular: jamás volvería a engancharme a un solo perfume, por mucho que me fascinase, porque no quería abandonarlo a causa de algún otro disgusto tangencial.
A día de hoy, mi neceser -siempre cargado de aromas potentes, que desconocen la palabra timidez- se adapta a mi humor. Hay cuatro o cinco perfumes que siempre están ahí (el edt de Paloma Picasso, Flowerbomb de Viktor&Rolf, Alien de Thierry Mugler, Jour de Hermès y Nuit de cellophane de Serge Lutens) y el resto va variando según el humor, la novedad, las circunstancias…
Comprenderán que (desde mi caos aromático) siempre haya admirado el tesón de la gente que permanece fiel a un aroma durante años y años. De quienes, como en el amor, ni siquiera piensan en explorar las otras baldas de la perfumería porque han encontrado a su media naranja. Si aquel chico hubiera sido así, quizá mi historia hubiera transcurrido de manera diferente.
Y usted, ¿es de los que ha encontrado el amor de su vida o sigue dando vueltas en la perfumería?

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